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      Recuento histórico de la medicina  en  El Carmen de Viboral

El Carmen de Viboral es un municipio ubicado en el oriente del departamento de Antioquia, conocido por su tradición ceramista, su riqueza natural y la amplia oferta cultural que ofrece a propios y visitantes. Investigadores de la Universidad de Antioquia han encontrado evidencia de habitantes de hace más de 2.500 años en el territorio donde ahora están ubicados los barrios Don Berna y El Progreso. Se cree que el valle del altiplano fue habitado por los indígenas Tahamíes y el cacique Quirama. 

 

En 1714, el padre Fabián Sebastián Jiménez de Fajardo y Duque de Estrada, cura del Valle de Marinilla, estableció una hacienda de recreo en el territorio carmelitano en compañía de su hermano Juan Bautista y una cuadrilla de esclavos. El párroco y juez, Manuel Virginio Duque y José Ignacio de Restrepo y posada (1807), lo define como un terreno de sabana y tierra seca a orillas del Río Cimarronas, con clima templado y  tierra fértil apta para la agricultura y la ganadería. “Hay 300 casas comunicables, unas de paja y otras de teja, una iglesia parroquial hecha de teja y otros dos templos hechos del mismo material”, y agrega el censo poblacional de la época: “Hay unas 283 familias avecindadas así: Primera clase, blancos 45 matrimonios y 350 hijos. Segunda clase, indios y mestizos 85 matrimonios y 459 hijos. Tercera clase, tres matrimonios negros y 25 hijos”. (sic) Afirma que no había escuela pública ni médicos, cuando requerían de estos servicios debían ir hasta Marinilla donde había un cirujano y pastores espirituales, por lo que se cree que debido a la falta de médicos los habitantes de la región tenían sus propias prácticas de curación. Don Esteban de Hoyos (1786) afirma que algunas mujeres trabajaban en sus huertas, oficio que aún se conserva.  ( Restrepo et al. 2002)

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En 1807 se definieron los límites del municipio y la capilla pasó a categoría de Parroquia, estos fueron los primeros pilares para que en 1814 El Carmen iniciara su propia administración. Durante los siglos XIX y XX , el municipio se vio envuelto en conflictos internos por el territorio y la división del poder político entre liberales y conservadores. “El Carmen es un punto de encuentro y de confrontación de dos culturas, la católica y conservadora de Marinilla, fundada en el siglo XVII, y la comercial y de mentalidad liberal propia de los rionegreros desde finales del siglo XVIII”. (Betancur, 2001 p. 5).

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En 1894, el Presbítero Valerio Antonio Arbeláez se destacó por llevar la religión a zonas apartadas del Municipio como el cañón del Río Santo Domingo, donde obtuvo “...la autorización de la curia de bendecir primera piedra y lugar para cementerio e iniciar la construcción de una capilla en Santa Inés para atender espiritual y materialmente-en cuanto a la salud- a los habitantes de lugares distantes". (sic) (Betancur, 2001 p. 90).

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Durante el siglo XIX y principios del XX estuvo a cargo de médicos empíricos y curanderos que utilizaban  plantas y remedios para la curación de enfermedades. Los primeros profesionales de la salud llegaron a las grandes capitales como Santafé (actualmente Bogotá), en Antioquia solo se tiene registro de su llegada desde el siglo XIX. El médico Manuel Uribe Ángel hizo una recopilación de las prácticas populares en su texto La medicina en Antioquia, donde “...se puede deducir que los conocimientos de estos personajes en el uso de las plantas eran vastos, en contraposición a los procedimientos quirúrgicos que se limitaban a hacer sangrías, extraer muelas y a la amputación de una extremidad". (Fonnegra et al, 2013 p.34).

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Para el año 1787 se tiene registro de la llegada a Marinilla de Isidro Peláez, primer antioqueño con título profesional de médico.  Posteriormente, en censos de 1851, hay registro de médicos, parteras, boticarios y médicos cirujanos en Marinilla, Rionegro y Medellín, municipios cercanos donde acudían algunos pacientes de El Carmen de Viboral. (Fonnegra et al, 2013 p. 27-36).

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A finales del siglo XIX y principios del XX hubo una epidemia de viruela en el Municipio. La administración municipal "debió atender al sostenimiento y tratamiento de virolentos, y también al aislamiento de éstos para los que se tuvo que arrendar casas que sirvieron de hospital. Nombraron en 1898 como vacunadores oficiales a Antonio María Quintero y a Juan Antonio Vasco". (Betancur, 2001 p. 83).

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En 1891, después de repetidas epidemias de viruela, el presbítero Ezequiel Quintero recogió en convites y con limosnas de los fieles, el dinero para comprar el terreno donde años después se construyó el hospital. En 1919 la institución obtuvo la personería jurídica concedida por el presidente Marco Fidel Suárez, en la que se le dio el nombre de Hospital San Juan de Dios, posteriormente se nombró un médico permanente y un inspector de sanidad.

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“La salud de la gente del común estuvo atendida por Don Gregorio Giraldo, médico homeópata con licencia en 1931, por Don Miguel Betancur, farmaceuta con licencia de 1928 y por Don Julio Hoyos, también con licencia de 1937. La atención odontológica estuvo a cargo de los señores Luis Carlos y Agapito Duque". (Betancur, 2001 p. 186).

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Hacia 1915 llegó al municipio Julio Hoyos, mediquillo (el termino hace referencia a los médicos empíricos) que dio origen a la primera Botica, actualmente “Farmacia de Don Vicente”, que cuenta con más de 100 años de trayectoria.

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Aunque había varios médicos profesionales, en la documentación bibliográfica se encontró que durante el siglo XIX y principios del XX la medicina homeopática era muy precaria y no tenía la capacidad de llegar a todos los sectores del municipio, sobre todo, a las comunidades rurales apartadas del casco urbano.

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Orlando Rendón, historiador carmelitano explica que muchos de los oficios se aprendían por tradición familiar, porque veían a un amigo o al abuelo, pero no porque estudiaran en alguna institución. “Muchas veces eran campesinos que se formaban en la familia por tradición y recetaban yerbas o emplastos, o parteras y comadronas que asistían a las señoras en las casas, o los sobanderos para arreglar esguinces y entablillar a las personas, también había dentistas o saca muelas”.

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Rendón recuerda que en el hospital no había médicos profesionales de tiempo completo y que solo venían ocasionalmente algunos de municipios cercanos como El Santuario, Rionegro o Marinilla. “En la década del 40 al 50 llegó un doctor Arturo Hoyos Echeverry que le dio más prestigio a la medicina, fue muy dedicado y llevo a que el hospital prosperara. En el patio del hospital hizo una sala de partos y de urgencias donde atendía a los pacientes”.

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Las familias eran numerosas y tenían gran conocimiento de plantas y remedios caseros para la cura de ciertas enfermedades, solo cuando las personas tenían una enfermedad de mayor gravedad acudían al médico. Incluso en las historias de los abuelos se  menciona que alguno de los hijos murió por una enfermedad cuando estaba pequeño, esto generalmente pasaba por desconocimiento de la enfermedad o de los síntomas. Eran comunes los abortos involuntarios y los partos naturales en casa, en compañía de una partera o comadrona. Ana Álzate, de 94 años, es partera desde los 17 años, cuenta que recibió muchos partos en su casa, iba adonde la llamaran, incluso a las veredas y otros municipios cercanos. El oficio de partera lo aprendió en un curso corto que ofertaron en el hospital del municipio, recuerda que duró dos meses y les enseñaron aseo para el paciente y los cuidados que debía tener.

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En el Proyecto Camino de la vereda (2016) , se encontró que en los corregimientos más apartados del Municipio, como El Retiro, la comunidad conoce y utiliza las plantas nativas y exóticas para curar enfermedades leves. Los investigadores afirman que el saber se continúa transmitiendo pues dentro del equipo de guías se encuentran dos menores “quienes demuestran un entendimiento complejo de la fisioterapia local y el manejo de algunas enfermedades en animales”. 

 

Definen está zona como una “botica natural” debido a las condiciones geográficas del lugar y a la amplia vegetación que posee. Aura Orozco, antigua partera de la vereda El porvenir  afirma que hasta hace algunos años, los partos se atendían en casa, “la mujer se preparaba bien con baños y bebidas y se disponía todo para el nacimiento, a mí me podían llamar en cualquier momento y ahí mismo me tocaba arrancar, era mi labor. Ahora las mujeres se van al pueblo a tener sus hijos, aquí no hay partera porque yo no vivo aquí desde el desplazamiento”.   

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En este punto, Orozco menciona un factor importante que influyó en el cambio de las dinámicas sociales y culturales del Municipio. Durante la época de la violencia muchas familias del campo se vieron obligadas a desplazarse al área urbana o a otros municipios de la región, incluso hubo veredas que quedaron completamente deshabitadas, esto provocó que, en cierto modo, cambiara la tradición campesina y que muchas familias no quisieran retornar a sus tierras.

 

Si es cierto que algunos saberes de medicina tradicional se siguen transmitiendo, es evidente que gran parte de los conocimientos y saberes médicos populares se han ido olvidando y quedando solo en la memoria de las personas mayores, incluso muchas curaciones han perdido vigencia como el uso del sapo para la disípela. Una de las principales causas es el fácil acceso a la medicina facultativa. En la actualidad, en El Carmen de Viboral se encuentran las siguientes entidades de salud: Hospital San Juan de Dios, Promedan IPS, Centro Medico Central, EPS Sura, médicos particulares y farmacias. Además de esto, en cada corregimiento del municipio se encuentra ubicado un puesto de salud donde hacen jornadas de salud o residen enfermeras de tiempo completo para atender a la comunidad, como es el caso de la vereda El Porvenir.

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Por otro lado, se observa que muchas familias utilizan ambos métodos de curación, es decir que para algunas enfermedades como la gripa toman medicamentos recetados por el médico y lo complementan con remedios caseros como bebidas de sauco o eucalipto. Dicha tendencia ha contribuido a la trasmisión de conocimientos de la medicina tradicional entre las nuevas generaciones.

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Es de resaltar que todavía es posible encontrar diferentes personas con conocimiento de medicina tradicional en el municipio, hecho que evidencia que la tradición continúa transmitiéndose. Sin embargo, muchas de estás personas, en su mayoría adultos y abuelos, manifiestan que las nuevas generaciones no muestran interés por aprender dichos saberes. 

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 Es precisamente por esta razón que no se puede permitir que los saberes mueran con los mayores, pues se estaría perdiendo una tradición que hace parte de la historia y cultura popular del Municipio. 

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